Cayó en mis manos un librito de poemas y me dejó en recuerdo éste:
Esa increíble infinitud del orbe no codicio ni un mínimo pedazo mas si el espacio de tu breve cuerpo donde ponerme al fin a buen recaudo, en el profundo de tus mil entrañas, que enteras conservaste para mí. Al diablo el albedrío de la vida, sumo don de los hados celestiales, y nada más que estar en ti prefiero sujeto a tu carnal y firme lazo, que si vas a las últimas estrellas contigo ir paso a paso yo también. Es así el vivir día y noche siempre bien atado a ti con el carnal nudo, aunque en verdad del todo libremente, pues de la tierra al cielo voy y vengo.
1986