Black Dogs (Ian McEwan)

Este fue uno de los últimos libros que leí el año pasado. Tiene un comienzo muy bueno, verdaderamente prometedor. El narrador nos introduce a su problemático universo familiar, su peculiar manera de compensar la ausencia de sus padres, su posterior aventura matrimonial con Jenny Tremaine, sus remordimientos.

En el relato hay un tono de misterio, de velado pavor, de irrealidad, que encandila y atrae. Sin embargo, el núcleo de la narración se va apartando de este primer universo para asentarse en el de la relación de los padres de su esposa, la pareja que conforman Bernard y June Tremaine. Del presente (violento, absurdo, algo cínico) nos trasladamos al final de la segunda guerra mundial, cuando ellos dos se conocen, y desde allí avanzamos hasta la caída del Muro de Berlín. Hay algo inquietante, indescifrable que flota en la narración que fluye dentro de este periodo. Nos preguntamos que ha separado tan drásticamente a Bernard y June. Es necesario retornar al final de la guerra.

Todo el relato es verdaderamente muy interesante, el libro no se puede soltar, el autor nos va preparando para la presentación final de su versión de lo que aconteció en una región al sur de Francia, un lugar de misteriosas connotaciones, allá en 1946.

Pese a que el libro me ha entretenido mucho, al final me ha parecido que la intención de exponer una idea ha opacado el natural desarrollo de la problemática de unos personajes muy interesantes. Además el inicial tono misterioso, evocador de lo invisible o incomprensible, se diluye un poco o se simplifica. Uno se pregunta si la discrepancia de June respecto del dogmatismo marxista de Bernard es suficiente para provocar una separación tan dura entre ambos. Aquí tengo la impresión que ha primado claramente el propósito del autor de contraponer dos “visiones” del mundo (una materialista y una espiritual, digamos) y mostrar que ambas son excluyentes e insuficientes, que el de conducirnos al interior de sus personajes.

En efecto, la transformación de June de una comunista ortodoxa a una creyente en Dios (no específicamente vinculada con una religión o un dogma determinados) me parece más una evolución natural, que obedece a una forma personal de experimentar la vida, que un cambio profundo, una conversión o un giro en lo más íntimo de ella. Su preocupación por solucionar los problemas de la humanidad, su entusiasmo por sacar el mejor partido a la vida, por combatir lo malo de este mundo sigue presente y eso constituye un fuerte lazo vital que la une a Bernard. Su desencanto de la ideología comunista (su convencimiento de hay otra forma de hacer frente al “mal” y su nueva definición de lo que ésto es) no resulta suficiente, en realidad, para justificar su completa separación de Bernard.

No se logra entender, dentro de las coordenadas del relato, que este hecho haya provocado tal distanciamiento, tanto como no resulta convincente que sus particulares formas de entender la vida (Bernard también se descanta del Partido, allá por los ´50s) sean verdaderamente excluyentes, al menos no suficientemente diferentes como para imposibilitar la convivencia de dos seres que se aman.

Roberto Zeballos Rebaza

Dos breves novelas: On Chesil Beach, Master Georgie

Por estos días he estado leyendo, entre otras, dos novelas breves que fueron seleccionadas, en distintos años, como finalistas del premio Booker y que, a pesar de su excelencia, finalmente no lo obtuvieron.

Master Georgie, de Beryl Bainbridge, fue seleccionada además, en una encuesta, como la mejor entre otras cinco obras de esta misma autora que fueran, en distintas épocas, finalistas del mencionado Booker.
Esta obra está narrada, de manera alternada, por tres de los protagonistas, de manera que cada cual puede ofrecer al lector su particular perspectiva de los sucesos y del conjunto de los personajes que intervienen en ellos.

Con esta técnica se consigue despistar al principio, pero sirve para crear una impresión muy clara de lo subjetivas y fragmentarias que pueden ser las narraciones que hacen las personas sobre las cosas que las afectan más de cerca.

Progresivamente se va conociendo cuáles son las verdaderas relaciones que existen entre todos los personajes y los sentimientos que los unen. El efecto que se busca producir a partir de las cosas relatadas –más allá de lo desagradables que en sí mismas resultan las peripecias de una guerra, como fue la de Crimea (1853-6), trasfondo principal del relato– es chocante e inesperado. Se trata de revelar paso a paso una realidad truculenta y escabrosa, debajo de una apariencia de respetabilidad victoriana. En su brevedad, la novela quiere ofrecer un sintético tapiz social, a partir de distintos puntos de vista, que ponga en evidencia un inconciliable contraste entre los deseos y sentimientos con que las personas actúan en su vida cotidiana y las estructuras y costumbres que busca imponer, a todos por igual, la moral de una civilización.

On Chesil Beach, de Ian McEwan, me ha parecido un relato más fino, interesante y completo, a pesar de que hay un solo narrador y dos protagonistas, típicos personajes, además, de una trama amorosa: jóvenes ingleses, educados, sensibles, atractivos.

Si podría decir que el autor no se ha tomado molestias a la hora de escoger unos personajes, un ambiente y unos contextos familiares y sociales (en contraste con Bainbridge que busca dar voz a seres de dispares posiciones sociales y niveles culturales y además ponerlos en medio de una guerra del siglo antepasado), pero la alternativa de ahondar en el perfil psicológico de los dos amantes protagonistas resulta ser una elección muy atractiva.Hay, en este sentido, equilibrio y contención en la presentación del tiempo y lugar (Oxford y Londres, poco antes de la revolución de las costumbres en los años ´60), o en la descripción de la mentalidad y la educación con que los protagonistas llegaron a la adultez, sin que la trama quede determinada por el contraste entre estos condicionamientos y los impulsos individuales de los personajes.

No se puede decir, pues, que la problemática que afecta a los personajes sea sólo un producto de los factores sociales, de unas tradiciones o de la forma en que la sociedad contribuye a moldear el carácter de los individuos. Hay además un asunto muy personal bajo análisis y luego una decisión que provoca preguntas y remordimientos, y en esto el relato de McEwan me ha parecido, en el fondo, ser más complejo o intrincado que la más arriesgada y variopinta invención de Beryl Bainbridge.

Roberto Zeballos Rebaza

Atonement (Ian McEwan)

El remordimiento y el deseo de reparación son el motivo central de la que es considerada, hasta ahora, la mejor novela del escritor inglés Ian McEwan. Si bien el tema no es novedoso, el peculiar tratamiento que de él hace su autor confiere a esta obra un encanto peculiar. El suceso narrado en la prolongada parte inicial –casi 200 páginas– constituye el punto de quiebre en la vida de los protagonistas, cuyos destinos comienzan a separarse irremediablemente a partir de entonces. Los encontramos cinco años después de aquel suceso, en los primeros meses de la Segunda Guerra Mundial, siendo arrastrados por las penosas circunstancias que les tocó vivir a los jóvenes ingleses de aquella generación. Pese a que McEwan ha tratado de reconstruir el ambiente de penurias y sufrimientos que se vivió durante la retirada británica de las costas de Francia en el año 1940 y las experiencias de las enfermeras que atendían a los heridos de guerra en los hospitales londinenses de aquella época, no es tanto la reconstrucción histórica de estos escenarios lo que interesa al autor, como la obsesión del personaje principal –Briony Tallis– por enmendar el error (por llamarlo de alguna manera) que cometió siendo una niña de trece años y expiar una culpa que afectó decisivamente toda su vida.

Quienes hayan estado familiarizados con obras anteriores de McEwan no podrán dejar de notar el interesante cambio de registro en la voz del narrador, pero no será sino hasta el soberbio capítulo final cuando se comprenda en toda su amplitud el sentido que tiene esta narración, momento en que cobrará significado además una reflexión final sobre la interrelación entre ejercicio de la narración literaria y el peso de la conciencia personal.

Roberto Zeballos Rebaza